Las creencias que varían

 

                                                        

La religión siempre ha sido tema de qué hablar. Por un lado tenemos el hecho de que es una gran unificadora; después de todo está el dinero, los imperios y la susodicha; por el otro puede resultar como un arma de doble filo. Así como une, separa. No sólo en términos globales como en el caso de los musulmanes y judíos, sino también entre los propios cristianos, las familias, los amigos. Lo doble filo de la religión recae en que no acepta otras explicaciones ideológicas para los fenómenos que ocurren a lo largo de la vida: hay un dios que es responsable por todo y punto. Automáticamente llegó alguien a cuestionar eso, se arma un conflicto que culmina con consecuencias catastróficas.

Con más frecuencia, existen más y más personas que se convierten de creyente a no creyente. Según plantea Harari, “las religiones tradicionales resultan en gran parte irrelevantes a la hora de enfrentarnos a los problemas técnicos y políticos […] A lo largo de los siglos, incluso los verdaderos creyentes han notado esa diferencia, razón por la que la autoridad religiosa ha estado reduciéndose en cada vez más campos técnicos”. Nadie recuerda cuando la agricultura “dependía” de los calendarios divinos o de las bendiciones y protecciones que la iglesia ofrecía. Incluso los creyentes más fanáticos primero recomendarían los servicios de un doctor para luego proceder con su respectiva sesión de oraciones: ya no se recurre a un curandero cuando algún familiar se enferma. Lo primero que se hace es ir al médico, ver como lidiar con la enfermedad, asegurarse de que el familiar en cuestión esté estable y luego pedirle a dios que le tenga piedad y le ayude; jamás al revés.

Incluso a la hora de enfrentar plagas o nuevas enfermedades, la sociedad actual primero acude a los científicos y luego a cualquier derivado de dios. Hasta la salud mental, que era campo total de la religión, poco a poco sucumbe ante el avance científico: ya no son posesiones demoníacas, son convulsiones y espasmos que se dan a consecuencia de deficiencias hormonales o falta de estímulos neuronales.

Siempre me ha sido complicado creer en la divinidad precisamente porque siento que lo que se predica en la religión es una prórroga a un problema; siento que intenta no complicar a su audiencia ofreciendo respuestas cómodas a preguntas fundamentales que simplemente no pueden explicarse con lógica.

Desde pequeño, y a raíz de mi gran curiosidad, he sido alguien familiarizado a los problemas y discusiones ideológicas. Siempre se me inculcó que lo primero era dios y lo demás iba y venía. Preguntaba por qué y solamente recibía respuestas vacías que lo único que hacían era aumentar mi curiosidad: más leña al fuego. Sin embargo, ignoré las respuestas vacías y dudas internas porque decidí confiar en que estaba pasando por alguna clase de etapa que con el tiempo eventualmente se esfumaría. Además, seguía a rajatabla el famoso proverbio “la curiosidad mató al gato”.

Desconozco exactamente qué fue lo que desencadenó mi gran voluntad a salir de mi burbuja, pero eso fue lo que me ayudó a entender que tal vez el gato se murió por curioso, pero se murió sabiendo; decidí que ya era tiempo de dejar de creer en algo que se me inculque y regir mi vida según mis propias perspectivas ideológicas.

Particularmente el capítulo 8, Dios sirve ahora a la nación, trae a colación mi constate cuestionamiento que surge desde que tengo memoria. Me es ameno saber que todo lo que he cuestionado hasta ahora son ideologías que, generalmente, otras personas también las interpretan como excusas… Me siento más seguro por confiar en la ciencia, pero tampoco las creencias de los demás. La ciencia tiende a reconocer cuando se equivoca y da soluciones sólidas a ciertos problemas (reconociendo a su vez, su incapacidad a resolver ciertos otros), bien lo plantea Harari en el capítulo en cuestión: “Los científicos también saben tomar atajos y distorsionar la evidencia, pero al final, el signo de la ciencia es la disposición a admitir el fracaso y a intentar una aproximación diferente”.

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